domingo, 17 de febrero de 2013




Carpe Diem, gran tópico.

Aprovecha la vida al máximo, te dicen. Es corta, se pasa rápido y te la perderás. Mejor cometer errores que no hacerlo y arrepentirse. Y cuando te ves ya con cierta edad, con la juventud pasada, pisoteada y casi olvidada, no puedes evitar mirar atrás. Que todo mereció la pena, nadie lo duda. Que lo aprovechaste todo al máximo, todos lo saben. Sin embargo, nunca parece suficiente.
Y yo ahora me pregunto si realmente estoy aprovechando todas las oportunidades que me ofrece la vida. Todavía tengo tiempo de reaccionar, de corregirme y volver a caminar. Pero ni siquiera sé lo que quiero. Solo sé que tengo miedo. Tengo miedo de arrepentirme como estoy haciendo ahora mismo. Tengo miedo de no llegar jamás a ser tan valiente como debería. Tengo miedo a todos los retos que se me presentarán, al fracaso, a caer, a la decepción.
Tengo miedo de vivir.
Pero, a la vez, tengo miedo de morir. O quizás no yo, sino alguien a quien ame. No quiero quedarme sola, no quiero que las cosas cambien, no quiero echar nada de menos. Y, sin embargo, es lo que va sucediendo día a día. Sin darnos cuenta cambiamos, vamos evolucionando. Cada paso, cada decisión, cada mirada y cada palabra hace que seamos un poco más maduros. En algunos casos se tarda más en madurar, pero no es imposible.
Y hoy he aprendido una gran lección. Una lección que creía ya aprendida, pero que cada día se me olvida y el recuerdo no es agradable. He aprendido que debo vivir. Pero no como los demás quieren que lo haga, sino como quiero yo.
Quizá se me rompa el corazón, quizá consiga ser feliz, quizá lo único que obtenga al final sea un montón de historias sin importancia. Pero esas historias han formado mi vida. Y sé, que cuando envejezca y vuelva la vista atrás sonreiré. Porque a partir de hoy no pienso arrepentirme de nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario