Qué
difícil es esto de que las cosas funcionen entre nosotros. Esto de
querer contarte tantas cosas pero no ser capaz… Incapaz. Cobardes…
Menudo par de cobardes. Qué difícil es disimular y darse media vuelta
cuando te tengo de frente, cuando te tengo tantas ganas.
Cuánto nos
ha gustado el melodrama, ¿eh? Ese en el que cuanto peor nos iba, más nos
enganchábamos; sin saber realmente si la culpa de todo esto la tenía
esa maldita intriga por saber, por conocer, por aquello que más ata
cuando uno quiere pero no puede, o no debe.
Cuánto nos
ha gustado jugar a franquear esa línea que cada vez se hizo más fina,
una guerra en la que alguno de los dos acabó cediendo más de una vez por
exigencias del guión… Un guión inexistente en el que nada lo era todo,
jugando al despiste, como si el tema no fuese con nosotros; mostrándole
al mundo nuestra mejor sonrisa y temblando por dentro.
Así andábamos, fingiendo… y los dos con estas ganas. Y con estos peros.
Creo que la vida nos vino grande… o quizá fuimos nosotros quienes nos
tornamos diminutos, granos de arena deslizándose lentamente dentro de un
reloj incomprensible.
Un pulso continuo de peros entre el mayor miedo y la mejor fantasía.
Asustados
ya no de fracasar, muriendo de miedo sólo de pensar en intentarlo. Nos
faltó coraje y nos faltó valor. Se nos escapó una conversación que
dejamos a medias… Se nos escaparon muchas cosas. Hasta que me decidí y
escribí una postal, con el remitente bien clarito, sin whatsapps, ni
emails de turno, la ocasión lo merecía:
“El “pero” es la palabra más puta que conozco. “Te quiero, pero…”; “podría ser, pero”; “no
es grave, pero…”. ¿Se da cuenta? Una palabra de mierda que sirve para
dinamitar lo que era, o lo que podría haber sido, pero no es.” (El secreto de sus ojos)

No hay comentarios:
Publicar un comentario