miércoles, 18 de septiembre de 2013

De vez en cuando hay que sustituir paisaje por espejo y mirarse en silencio para reconocerse, que es ese profundo volver a conocerse. Aprender a hablar con uno mismo, reflejarse en el propio cerebro, abrirse en poro y piel, penetrarse en dulce y hiel. Saber verse, husmearse, criticarse y quererse. Hablarse, hacerse preguntas y preguntarse, parirse respuestas y responderse.

No te equivoques: a no ser que ya te hayas definitivamente vendido en la gran feria de los abolorios humanos, nunca estarás sólo. Al final, siempre quedarás tú para encontrarte contigo.

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