Estamos hechos de momentos
No se trata de un destino, sino de un viaje en el que cada momento nos define.
Estamos
hechos de momentos, de casualidad, de fugacidad, de recuerdos que nos
atraparán cuando menos los esperemos, y nos ahogarán. Estamos hechos de
verbos de pasado, de presente y los de futuro. De eso mismo se trata,
¿no? No sabemos de lo que estamos hechos. No somos conscientes de que el
tiempo es la única oportunidad, la más valiosa, para atesorar cuanto
más mejor. Antes de que nos convirtamos únicamente en polvo, verbos de
pasado, recuerdos. Cuando eso ocurra, no habrá más fugacidad, ni
casualidad, ni riesgo.
Dejamos
que nos limiten los verbos de pasado. Nos dejamos llevar demasiado por
la nostalgia y el arrepentimiento. Sentimientos que están ligados a algo
que en algún momento nos perteneció de una forma de la que
simplemente ya no. Pensamos mucho y hacemos poco. Dejamos a un lado los
verbos que más nos pertenecen, los de presente y los de futuro en cierta
medida. Y no nos damos cuenta, no nos damos cuenta de que el tiempo es efímero.
La
sociedad y la monotonía están contaminando nuestras horas con
pasatiempos vacíos y frustraciones. Deberíamos prestar atención,
encender nuestros sentidos, hacer un hueco en nuestras apretadas agendas
para que fluyan esa fugacidad y momentos de los que estamos hechos. En
fin, deberíamos dedicar más tiempo a lo que nos hace sentirnos vivos.
Deberíamos
salir solo por salir, notar cómo nuestros pulmones y nuestra mente se
purifican con cada bocanada de aire fresco. Apreciar los colores y los
detalles que la vida de verdad nos brinda y no el color gris en el que
la monotonía nos intenta encerrar día a día. Deberíamos dejar que la
casualidad juegue con nosotros, y jugar nosotros con ella. Deberíamos
reír más, sentir cada abrazo como si nos calara hasta los huesos,
decidir para nosotros y no para los demás, dejadnos ser libres.
Al
fin y al cabo, cuando sepamos que pronto caerá el último grano de arena
en nuestro reloj, los momentos que hayamos capturado por el camino será
lo que nos haga sentirnos orgullosos de nosotros mismos.
No se trata de un destino,
sino de un viaje en el que cada momento
nos define.
