miércoles, 29 de octubre de 2014



Hay un tiempo para todo. Y ese tiempo pasa. Ni muy rápido, ni muy lento, pero nosotros somos los mayordomos de ese tiempo.

Hay que luchar por todo aquello que se quiere. Hay que poner la carne en el asador. Hay, incluso, que dejarse los cuernos por conseguir lo que uno quiere. Pero llega un momento en el que la inversión se convierte en gasto. El gasto en desgaste. Y el desgaste ya no conviene.  Hay situaciones en la vida en las que hay que apostar, invertir por llamarlo así. A veces el tiempo son horas, semanas, meses o años. Pero todo tiene su tiempo. Hay tiempos para reír, hay tiempos para pasarlo bien, otros para pasarlo mal y otros para disfrutar. Para enamorarse o para desenamorarse. Para empezar una relación o para dejarla. Pero todo está tasado en el tiempo. Y menos mal. Porque si existe un tiempo para la primera parte, tiene que haber un descanso. Pero, sobre todo, un final de partido. Es algo así como el dicho en el argot jurídico de que más vale un mal acuerdo que un buen juicio. Hay que aprender que más vale una retirada heroica que una guerra sin nada por conquistar. Y es que a veces, todo eso que hemos sentido, pensado, hecho o dejado de hacer, tiene su porqué, de hecho siempre lo tiene. Y es que sentíamos que queríamos hacerlo, que queríamos luchar por eso. Nos motivaba y nos hacía fuertes. Pero hay que aprender a bajarse del burro, a darse cuenta del momento en el que hemos llegado al punto del proceso en el que el avance se vuelve regresivo. Hay que acotar los tiempos. Ser prudentes, darlo todo y saber cuándo parar. Hacer esto no es de cobardes ni de orgullosos, hacer eso es de ser un poquito inteligentes. Luchas por algo, un trabajo, un proyecto, un amigo, o incluso algún que otro amor, nos hace grandes. De hecho, nos hace muy grandes. Porque somos personas, tenemos sentimientos y hay que sacarlos. De hecho, luchar por algo, nos brinda la oportunidad de darnos cuenta  a nosotros mismos hasta dónde estamos dispuestos a llegar y, sobretodo, les hace ver a los demás hasta dónde has estado dispuesto a llegar. Pero saber cuándo parar es tan importante como saber cuándo empezar. Saber que todo tiene unos tiempos no es dejar de lado lo que quieres; no es dejar de desear o querer. Saber parar es saber que eso que quieres, tuvo su tiempo. Y que el tiempo, el preciado tiempo, vale oro.

lunes, 6 de octubre de 2014

¿Sabes? Dicen que dicen que comentan, que hay un sueño, que se esconde, que vuela, que desaparece, que no existe. Dicen que no hay noche sin estrellas sino ojos que no ven a través de las nubes de tormenta. Dicen que no hay miedo sino dudas, que no desaparecen cuando decides ser valiente, pero que si cierras los ojos y dejas que la ilusión se te adueñe, se ven exiliadas del reino de tu corazón.
¿Sabes? Dicen que no hay dolor en los recuerdos, sino alegrías ya olvidadas por los sinsabores del vivir. Que si uno aprende a mirar esos recuerdos, puede ver aquello que se esconde en ellos tras el paso del tiempo. Dicen que no hay finales, sino comienzos. Que si el pasado hermoso no ha de volver, vendrá por contra un futuro jamás pensado, tan bello como uno se atreva a creerlo. Que uno ha de vivir con ilusión pues cuando cae un sueño, otro ha de venir a ocupar su sitio, y todos los sueños son hermosos, por el simple hecho de ser sueños.
Dicen que dicen, que comentan que van por ahí hablando, de que hay tantos días por delante, como posibilidades de hallar lo que buscamos, aunque ni siquiera sepamos que es. Dicen que hay sonrisas, alegrías, lágrimas de emoción y de agradecimiento, que esperan su momento para invadirnos, cuando menos lo esperas. Dicen que el que la vida merezca la pena, depende del esfuerzo que uno ponga por no rendirse ante las circunstancias. Que las alegrías son más alegres cuando no hay pesos tristes en el alma y que olvidar esos pesos para dejarle paso, es algo que se consigue si uno lo intenta mil veces y de verdad quiere hacerlo. Eso dicen… y yo les creo.