Las cosas más importantes en la vida las hacemos sin darnos cuenta, sin
plantearnos si lo que nos apasiona está bien o mal. Las hacemos de forma
natural, sin juzgarnos ante nuestros gustos.
Quizás deberíamos condenar al destierro a todas esas señales que nos
dicen que paremos, que no lo intentemos, que tengamos cuidado... y
podamos sustituirlas por otras que digan vamos, venga, ahora o nunca, no
tengas miedo...
Quizás alguien debería avisarnos de los riesgos que provoca en la
memoria esa sensación de no haberlo intentado, de ese vacío que produce
la incertidumbre de no saber que habría pasado.
Ellos se repetían que no iban a llegar a ningún lado juntos. Ambos
sabían, sin quererlo admitir del todo, la admiración que tenían el uno
por el otro, pero aun así, no eran capaces de dar el primer paso,
preferían pensar que no era el momento adecuado.
Nunca antes les había pasado eso antes, sentir tanta afinidad con
alguien y no llegar a conectar del todo. ¿Qué estaba pasando? Esto se
les iba de las manos.
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